La administración de Ubico dramatizó el grado en que el pensamiento liberal había perdido su idealismo y se preocupaba principalmente por el progreso material. Los nuevos grupos socioeconómicos no encontraban estímulo ni esperanza en el materialismo lúgubre y la represión militar que habían llegado a caracterizar a los regímenes liberales, y estas fuentes potenciales de oposición se unieron al creciente desprecio mostrado por los derechos y libertades individuales. El descontento se vio incrementado por el descalabro económico durante la Segunda Guerra Mundial. En diciembre de 1941, con la presión y las promesas de ayuda económica de Estados Unidos, el gobierno de Ubico declaró la guerra a Japón, Alemania e Italia. En junio de 1944, una huelga general obligó a Ubico a dimitir, dejando el gobierno en manos de una junta militar partidaria del cambio. Se permitió que los trabajadores se organizaran, se formaron partidos políticos y se inició una campaña electoral para la presidencia, en la que Juan José Arévalo pronto se convirtió en el candidato más popular. El general Federico Ponce Vaides, jefe del gobierno provisional, fue depuesto el 20 de octubre de 1944 por un levantamiento popular, y una junta revolucionaria presidió la redacción de una nueva constitución y la campaña electoral, que ganó Arévalo. El gobierno de Arévalo intentó consolidar la revolución social implícita en el levantamiento de octubre. Se promulgó un código laboral favorable y se inauguró un sistema de seguridad social que prometía la ampliación progresiva de las prestaciones. Siguiendo el ejemplo de México y su movimiento indigenista (indigenismo), Arévalo tomó medidas adicionales para apoyar a los indios guatemaltecos, lo que incluyó animar a los líderes indígenas a organizarse en ligas campesinas para defender sus intereses. Arévalo también presionó en la cuestión de la frontera de Belice con Gran Bretaña, sometió a las empresas extranjeras a regulación e intentó garantizar a los trabajadores guatemaltecos mayores beneficios.